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Mens Sana In Corpore Sano

Este antiguo aforismo está más vivo que nunca. Nuestro ritmo de vida está dominado por la mente y en muchas ocasiones el cuerpo es considerado bien como un simple instrumento que obedece los dictados de la mente bien como el resultado de horas de ejercicio, sol y cuidados estéticos. El cuidado del cuerpo y de la mente están intrínsecamente unidos, son un tandem inseparable. Cuando funcionan, son un sistema perfecto… pero tan pronto descuidamos nuestros pensamientos, nuestra dieta o nuestro ritmo de vida el equilibrio se trunca y puede aparecer el malestar, el cansancio o la enfermedad.

Equilibrio Cuerpo Mente
Equilibrio Cuerpo Mente (flickr.com/photos/xiquinho/3444259856/)


El cuidado del cuerpo se inicia con la aportación de los nutrientes a través de la alimentación, a lo que hay que añadir la respiración (tanto la calidad del aire como la forma de respirar) y la luz solar. Una dieta abundante en frutas y verduras, cereales y arroz integrales, pescado azul y proteínas de origen vegetal como el tofu, seitán, acompañadas de aceite de oliva, frutos secos y cantidades razonables de carne y otras proteínas de origen animal se configura como una buena base para una buena salud. Pero no es suficiente. También es importante hacer ejercicio semanalmente, cada uno adaptándolo a su estilo, posibilidades y ritmo de vida. Pese a todo, tampoco es suficiente. Nuestro cuerpo almacena toxinas, las cuales provienen tanto de la propia alimentación (residuos de pesticidas, y otros productos químicos utilizados en el proceso de cultivo y alimentación de animales) como del aire que respiramos. Hasta aquí nada nuevo. Pero junto a este tipo de toxinas encontramos las toxinas emocionales: aquellas que crea nuestra propia mente y que se van acumulando en el cuerpo en forma de retención de líquidos, contracturas musculares, espasmos nerviosos, ansiedad, etc. Es ahí donde debemos estar muy atentos.

Uno de los más grandes errores con los que vivimos pasa por identificarnos con nuestra mente. Nosotros no somos nuestra mente. Nuestra mente es un instrumento perfecto y valiosísimo que tiene como objetivo el raciocinio, el pensamiento… y que bien utilizado tiene infinitas ventajas. La otra cara de la moneda es entrar en un bucle de identificación personal con la mente, en el que poco a poco uno se olvida de sentir. El dejarse sentir también forma parte de una mens sana in corpore sano. A partir de la respiración podemos empezar a entrar hacia adentro para desconectar de esa máquina mental que está todo el tiempo mandando mensajes y ordenando acciones…para entrar en un estado de quietud en el que el “sentir”, el “ser” y el “estar” se convierten en los protagonistas del momento.

Y ¿cómo conseguir un estado de quietud interna que repercuta en una mente serena, calmada y un cuerpo sano y lleno de energía y vitalidad?. Pues la respuesta no es universal. Cada ser humano debe tomar conciencia de la necesidad de iniciar ese camino de introspección, de la forma y el modo que más le satisfagan. Hay personas que quizá nunca sientan la necesidad de parar, nunca sientan ansiedad, ni insomnio, ni palpitaciones, ni problemas digestivos derivados del estrés. Quizá haya personas que nunca necesiten respirar profundamente, mirar a su alrededor y observar su entorno, tomar contacto con la naturaleza o simplemente disfrutar de un buen libro. Pero por el contrario, hay muchas personas, y cada vez más, que acuden a la consulta del médico con una sensación de malestar general, insomnio, nerviosismo, trastornos del estado de ánimo, dolores difusos… El cuerpo habla, el cuerpo se expresa. Nos pide a gritos un descanso, un parón, un “desconectar de la mente” para conectar con la esencia, con quienes somos realmente. Ese aviso a la desesperada se produce, en última instancia, a través de la enfermedad, entendida ésta como “ausencia de salud”. Según dispone la Constitución de 1946 de la Organización Mundial de la Salud, podemos definir la “salud” como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones y/o enfermedades.. También puede definirse como el nivel de eficacia funcional y/o metabólica de un organismo tanto a nivel micro (celular) como en el macro (social)”.

Cuando nuestro cuerpo se expresa en forma de enfermedad, es cuando nos preocupamos, vamos al médico y nos recetan medicamentos, si bien esa situación es el resultado de meses o años de estrés, angustia y acumulación de toxinas. Es en ese momento, cuando entonces nos angustiamos al ver que ese malestar afecta a nuestra rutina, rompe nuestros esquemas e imposibilita o dificulta el llevar a buen puerto nuestros planes y objetivos. Porque en el fondo vivimos como si no fuéramos a morir nunca. Por eso, una vez que el cuerpo da la señal de alarma hay que ponerse manos a la obra….y para los que todavía no estén en la fase en la que el cuerpo “habla”, pues mejor que mejor. Pueden tomar conciencia de su cuerpo y descubrir a través de él el bienestar y la salud de forma preventiva.

Por último y a modo de experimento, os propongo intentar evitar las fugas de energía vital a través del control de nuestros pensamientos, del entreno de la mente. Porque la energía sigue al pensamiento. Los pensamientos negativos intoxican nuestra alma, la agitan y la agotan, restándonos salud y bienestar. Nadie dijo que fuera fácil dominar a la mente y más cuando es un hábito que desconocemos. Pero poco a poco y a base de entrenamiento se puede lograr una modificación gradual y paulatina de nuestro patrón de pensamientos negativos por pensamientos más optimistas que nos nutran, nos confieran bienestar, serenidad y equilibrio y nos ayuden a conectar con nuestra esencia y a dejarnos sentir. Como dijo Mahatma Gandhi “el éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino”.

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