La principal razón por la que el exceso de grasa acumulado no se convierte en calorías de energía se debe a que hoy en día, nuestra comida es diferente a lo que era cuando se desarrolló nuestro programa biológico para almacenar energía: contiene mucho más grasa. Cuando nuestra programación biológica para el alimento se desarrolló, nuestros ancestros comían mayormente una dieta vegetariana baja en grasas, con algo de carne de caza. Y hasta esos alimentos con grasa contenían mucho menos de la que tienen ahora: la carne de caza contiene cerca del 5 por ciento de grasa por peso contra el 30 por ciento que contiene ahora en animales domesticados tratados con hormonas, que se producen comercialmente.
En aquel entonces, la grasa era tan rara y de tanta utilidad que nuestras papilas gustativas evolucionaron para desearla ardientemente, así como a las partes de los animales que la contenían más. Por desgracia, en la actualidad, este deseo sensorial ha sido explotado por nuestros proveedores de alimentos. Como la primera víctima en la película Seven, que trata de los siete pecados capitales monásticos, literalmente estamos comiendo hasta morir.
En sólo el siglo pasado, hemos casi duplicado el porcentaje de grasa en nuestras dietas, del 20 por ciento de nuestras calorías en 1910 a cerca del 35 por ciento en este momento.
Este número promedio del 35 por ciento desmiente el hecho de que nuestra nación esté dividida en lo que se refiere a la salud: millones de norteamericanos aristocráticos ingieren dietas que obtienen el 20 por ciento o menos de sus calorías de la grasa y millones más se aliementan con dietas que toman el 50 por ciento o más de sus calorías de la grasa que amenaza la vida. La mayoría de los expertos concuerdan en que nuestros cuerpos están biológicamente programados para una dieta que requiere cerca del 20 de nuestras calorías de la grasa.
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Fuente: Paul Zane Pilzer
