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Soja, Salud y Obesidad

Los científicos de la Fundación IMABIS de Málaga adscritos al Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBERObn) han demostrado que la soja puede ser un buen remedio contra la obesidad. Su estudio efectuado sobre animales y publicado en la Bristish Journal of Pharmacology, ha revelado las propiedades protectoras de las isoflavonas de la soja contra el aumento de peso, la activación de la grasa parda termogénica o la reducción de la esteatosis hepática asociada. La investigación ha reflejado que tanto el peso como la grasa hepática se redujeron, se mejoró el control de la glucosa y la resistencia a la insulina, aspecto clave en la obesidad y la diabetes. La aplicación en humanos podría suponer una nueva vía terapéutica frente a la obesidad sustituyendo el consumo de fármacos por esos ingredientes activos de la soja.

Habas de soja
Habas de soja

Los alimentos naturales se han considerado desde hace años beneficiosos para la salud. Las isoflavonas de la soja tienen poder antioxidante, anticancerígeno y protector del sistema óseo y coronario, actuando del mismo modo que determinadas hormonas que segrega el organismo humano, como los estrógenos. Por eso se utiliza para reducir los sofocos de la menopausia y la pérdida de minerales en los huesos. De hecho, los estudios demuestran que las mujeres de los países con tradición de consumo de soja (Japón, por ejemplo) tienen una tasa de cáncer de mama inferior a la existente en los países occidentales. La soja puede consumirse en forma de bebida, aceite, tofu.

Lo ideal es que la soja y el resto de productos de consumo sea ecológicos y que no procedan de la agricultura transgénica o genéticamente modificada. A día de hoy desconocemos con exactitud los efectos de los alimentos transgénicos sobre nuestra salud, ya que es un descubrimiento relativamente reciente y, además, existen importantes intereses económicos que restan objetividad a los estudios publicados. Su consumo es una decisión, una vez más, del propio consumidor.  La fruta y verdura ecológica quizá no es tan espectacular a nivel estético (las piezas son más pequeñas, más irregulares..) pero basta solo con oler y saborear un tomate para decir si es de producción industrial – convencional o ecológica. El precio es, quizá, un poco más elevado, pero existen cooperativas y formas de acceso a esos productos que a nivel económico no suponen tanto esfuerzo como podría pensarse. En el fondo, es una cuestión, como siempre, de prioridades.

Fuente:»Estar Bien». Número 148.  Diciembre 2011.
Imagen: otramedicina.com

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