Según un reciente estudio publicado en la revista médica estadounidense Archives of Internal Medicine, el control del estrés y la vida sosegada y tranquila constituyen una de las variables más importantes para reducir la tasa de infartos. El experimento en cuestión se ha basado en el seguimiento durante casi nueve años de la evolución de doscientos pacientes con antecedentes por enfermedades cardiovasculares y el análisis de la correlación existente entre una posible recaída y el estrés como factor desencadenante de la misma.
El método utilizado consistió en constituir dos grupos de pacientes a los que se aplicaron distintas variables de tratamiento. El primer grupo (grupo de control) siguió un plan de prevención habitual tras sufrir una dolencia cardiaca, basado en la alimentación, uso de fármacos y ejercicio físico. Al segundo grupo (grupo experimental) se le prescribieron esas mismas pautas añadiéndole la práctica diaria de ejercicios de relajación y meditación como método preventivo para evitar una recaída. Los resultados hablan por sí solos: la práctica de la meditación logró reducir en un 47% el riesgo de sufrir un nuevo infarto. Los científicos autores del estudio han identificado que aquellas personas más tranquilas y menos estresadas experimentaban un descenso significativo en la presión arterial, considerado uno de los factores de riesgo más importantes para la salud cardiovascular.
Hasta aquí, nada nuevo. Pese a la relevancia científica del estudio, lo cierto es que no se ha descubierto nada original a efectos prácticos. Sí se ha logrado exponer en lenguaje “racional” lo que muchos ya saben, sienten y experimentan desde hace años. La meditación es una práctica milenaria en oriente. Allí conocen perfectamente desde hace mucho tiempo los efectos y beneficios de la misma sin necesidad de realizar experimentos ni estudios científicos. Por el contrario, en el mundo occidental tenemos la obsesión de racionalizar, medir y cuantificar los efectos de todo lo que nos rodea para considerar algo como real y verdadero. Para la cultura occidental, si los efectos no están recogidos en un estudio basado en un experimento efectuado por un grupo de investigadores de una prestigiosa universidad, carecen de valor y credibilidad. Si eso sucede, la práctica o actividad en cuestión es considerada como algo esotérico, raro e incluso en algunas ocasiones, sectario. Sin embargo y de forma paradójica, la meditación implica centrarse en el sentir, en el presente, abandonando el raciocinio y la mente por un rato.
En conclusión, el referido estudio no viene más que a confirmar los beneficiosos efectos que la práctica cotidiana de la meditación tiene para el organismo, efectos que, por demás, ya eran conocidos y habían sido comprobados en la experiencia diaria de quienes la practican. Pero si el método científico tiene que servir para que haya más personas que descubran los beneficios de la meditación….bienvenido sea.
me gustaria practicar la meditacion por que es el principio de una nueva vida, sin stress y sin preocupaciones lo voy a intentar
Lo cierto es que cuando se permite pensar, reflexionar, mirar hacia dentro, dedicarse un tiempo la vida se vive de otra manera.
Gracias por este artículo.
si me gusto sigan publicando informacion actulizada